Pareció que John Pinilla hizo un pacto sagrado con los dioses para
conducir a Colombia hacia el segundo título en el Mundial de fútbol de
salón en una jornada en la que las lágrimas se derrocharon producto de
la emoción y la palabra campeón retumbó y salió hasta de la propia
garganta del presidente Juan Manuel Santos.
De sus botines, color amarillo, y apoyado por unos compañeros, que en
vez de jugadores parecían héroes dispuestos a entregar su propia vida
por la patria, Pinilla fabricó cuatro goles que generaron el éxtasis en
el coliseo El Salitre de Bogotá, donde lució la mancha amarilla y el
"ole” y los aplausos sobraron por montones.
Fantástica, de ensueño y para nunca olvidar fue la actuación de
Colombia este 26 de marzo de 2011 en la final de la décima Copa Mundo
Jaime Arroyave, la cual consiguió gracias a su nítido y contundente
triunfo 8-2 sobre el quinteto guaraní que fue destronado y al que le
cobraron la deuda pendiente de 2003 cuando venció 5-4 en otra final.
La garra, el juego fuerte y condición de campeón del rival en nada
intimidaron el combinado patrio, que con base en agresividad y el
talento bogotano, santandereano y antioqueño ratificó su favoritismo,
aprovechó la localía y sacó ventaja de los 2.600 metros de altura de
Bogotá para convertirse en el nuevo monarca del futsal con argumentos,
ya que de principio a fin fue el mejor del torneo que se jugó con 16
selecciones y constó de 32 partidos.
Los goles de Pinilla (2’, 7’, 19’ y 31’), los tantos de William
Estupiñán (10’ y 40’) y el doblete de Jorg Cuervo (30`y 37’) le
edificaron un castillo de alegrías, satisfacciones y recuerdos
inolvidables al tricolor nacional para ganar con categoría, golear el
otrora monarca y convertirse en el merecido rey del microfútbol en el
planeta Tierra.
El descuento de José Santander y el 2-6 que logró Hugo Delgado sólo
fueron una anécdota para el buen equipo de Jaime Cuervo, quien con
cambios a tiempo e indicaciones acertadas siempre tuvo un planteamiento
superior para conseguir lo que calificó como "el sueño nacional, ya que
este título alcanzado fue gracias al cariño, respaldo y energía positiva
de los colombianos”.
La Selección, con apenas dos jugadores campeones en Bolivia-2000
(John Pinilla y John Celis) se salió con la suya y pese al juego
malintencionado y grosero del rival, después de seis "finales”, como las
llamó la estrella Pinilla, ganó de manera invicta un campeonato al que
le sobró organización, público y satisfacciones, ya que después de 11
años el país volvió a ser el campeón Mundial con un equipo que jamás se
olvidará porque gustó, goleó y siempre ganó. Fuente (El Colombiano)
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